El Lado Activo del Infinito – Carlos Castaneda [Extracto]

INTRODUCCIÓN

Este libro es una colección de los sucesos memorables de mi vida. Los coleccioné siguiendo la recomenda- ción de don Juan Matus, un chamán yaqui de México, el cual como maestro se esforzó durante trece años en hacerme accesible el mundo cognitivo de los brujos que vivieron en México en tiempos antiguos.

El álbum del guerrero

(…) Ser coleccionista no es tan malo -dijo como si verdaderamente lo creyera-. El quid del asunto no es que sea coleccionista, sino lo que uno colecciona. Tú eres coleccionista de porquerías, de cosas sin valor que te aprisionan como lo hace tu perro. No puedes irte cuando quieras si tienes que andar cuidando a tu mascota, o si tienes que preocuparte por lo que va a pasar con tus colecciones si no estás allí para cuidarlas.

-Cada guerrero, obligatoriamente, colecciona material para un álbum especial -siguió don Juan-, un álbum que revela la personalidad del guerrero, un álbum que es testigo de las circunstancias de su vida.

-¿Por qué le llama a esto una colección, don Juan? -le pregunté en tono alterado-. ¿O incluso, un álbum?

-Porque es ambas cosas -me respondió-. Pero sobre todo, es como un álbum de retratos hechos de re- cuerdos, retratos que surgen al recordar sucesos memorables.

-¿Son esos sucesos memorables dignos del recuerdo de alguna manera especial?

-Son memorables porque tienen un significado es pecial en la vida de uno -dijo-. Lo que te propongo es que hagas tu álbum, incluyendo en él un recuento completo de los sucesos que han tenido un significado profundo para ti.

Las historias del álbum del guerrero no son personales.

-No te expliques tanto -dijo don Juan con una mirada dura-. Los chamanes dicen que en cada explicación hay una disculpa escondida. Así es que cuando estás explicando por qué no puedes hacer esto o aquello, lo que estás haciendo en verdad es disculpándote por tus flaquezas, con la esperanza de que el que te escucha tendrá la bondad de comprenderlas.

Mi maniobra más útil al ser atacado era siempre de desactivarme, es decir, no escuchar a mis detractores.

-Voy a hacer algo mejor que simplemente darte un ejemplo de un suceso memorable de mi álbum -dijo-. Voy a darte un suceso memorable tomado de tu propia vida, uno que de seguro debería estar en tu colección. O más bien diría, que si yo fuera tú, créemelo que lo incluiría en mi colección de sucesos memorables.

-¿Qué historia fue ésa, don Juan?

-La historia de «figuras frente al espejo» -dijo-. Cuéntamela de nuevo. Pero cuéntamela con todo el detalle que puedas recordar.

-Me contó que había estado en un burdel donde había encontrado una mujer increíble que hacía algo insólito que ella llamaba: «Figuras ante un espejo». Me aseguró repetidas veces, casi tartamudeando, que no podía perderme este acontecimiento.

Se quitó la bata roja, se quitó las zapatillas con una ligera patada y abrió las puertas dobles de dos armarios que estaban el uno junto al otro contra la pared. En cada puerta interior había un espejo de cuerpo entero. Puso un disco. La música era una melodía hechizante que me recordaba a una marcha de circo-. Y ahora, mi spectácolo -dijo, y empezó a dar vueltas al compás de la melodía hechizante.

Repitió la secuencia una y otra vez hasta que la  música empezó a perderse al acabársele la cuerda a la Vitrola. Tuve la sensación de que Madame Ludmila iba dando vueltas a la distancia, volviéndose más y más pequeña a medida que la música se perdía. Una desesperanza y una soledad cuya existencia no conocía en mí, salió a la superficie desde lo más profundo de mi ser y me impulsó a levantarme y salir corriendo del cuarto; a bajar las escaleras como un loco, a salir corriendo del edificio, a la calle.

-Yo la veo simplemente como una historia triste, don Juan, pero eso es todo -declaré.

-Cierto, es una historia triste, igual que tus otras historias -contestó don Juan-, pero lo que la hace diferente y memorable es que nos afecta a cada uno de nosotros como seres humanos, no sólo a ti, como en tus otros cuentos.

¿No ves? Como Madame Ludmila, cada uno de nosotros, joven o viejo, de una manera u otra, está haciendo figuras ante un espejo. Haz cuenta de lo que sabes de la gente. Piensa en cualquier ser humano sobre esta tierra, y sabrás sin duda alguna, que no importa quién sea, o lo que piensen de ellos mismos, o lo que hagan, el resultado de sus acciones es siempre el mismo: insensatas figuras ante un espejo.

Dos Mentes

(…) Cada uno de nosotros, como seres humanos, tenemos dos mentes. Una es totalmente nuestra, y es como una voz débil que siempre nos trae orden, propósito, sencillez. La otra mente es la instalación foránea. Nos trae conflicto, dudas, desesperanza, auto-afirmación.

Una es nuestra mente verdadera, el producto de las experien- cias de nuestra vida, la que raras veces habla porque ha sido vencida y sometida a la oscuridad. La otra, la mente que usamos a diario para todo lo que hacemos, es la instalación foránea.

Resolver  el  conflicto  entre  las  dos  mentes  es  una  cuestión  de intentarlo -dijo-. Los chamanes llaman al intento cuando pronuncia la palabra intento en voz fuerte y clara. El intento es una fuerza que existe en el universo. Cuando los chamanes llaman al intento, les llega y les prepara el camino para sus logros, lo cual quiere decir que los chamanes siempre logran lo que se proponen.

Se  puede  llamar  al  intento  para cualquier cosa -contestó-, pero los chamanes han descubierto a las duras que el intento sólo viene para algo que es abstracto. Ésa es la válvula de seguridad de los chamanes; de otra manera, serían insoportables. En tu caso, llamar al intento para resolver el conflicto entre tus dos mentes, no es una cuestión ni mezquina ni arbitraria. Todo lo contrario; es un asunto etéreo y abstracto, y a la vez es tan vital para ti como te puedas imaginar.

(…) Ah, has regresado a tu mente cotidiana -me dijo y me dio un golpecito en la espalda-. Tu mente de todos los días se ha apoderado nuevamente de ti…

QUIÉN ERA JUAN MATUS, EN REALIDAD?

El ser chamán significa alcanzar un nivel de consciencia que da acceso a cosas in- concebibles.

Las acciones de los chamanes existen exclusivamente en el reino de lo abstracto, de lo impersonal. Los chamanes luchan para alcanzar una meta que nada tiene que ver con la búsqueda del hombre común. Los chamanes aspiran a llegar al infinito, y a ser conscientes de ello.

Don Juan continuó, diciendo que la tarea de los chamanes era enfrentarse al infinito, y que se sumergen en él diariamente, tal como un pescador se sumerge en el mar. Era una tarea tan enorme que los chamanes tenían que pronunciar sus nombres antes de entrar en ello. Me recordó que en Nogales había pronunciado su nombre antes de que se llevara a cabo interacción alguna entre nosotros. Había afirmado, de esa manera, su individualidad ante el infinito.

Mirándome directamente a los ojos, dijo que lo que hacía que seres humanos se convirtieran en chamanes era su capacidad de percibir la energía tal como fluye en el universo, y que cuando los chamanes perciben a un ser humano de esta manera, ven una bola luminosa, o una figura luminosa en forma de huevo. Su postura era que los seres humanos no sólo son capaces de ver energía directamente como fluye en el universo, sino que en verdad la ven, pero no están deliberadamente concientes de verla.

Hizo inmediatamente la distinción más crucial para los chamanes, la que hay entre el estado general de ser consciente y el estado particular de ser deliberadamente consciente de algo. Categorizó a todos los seres humanos como poseedores de conciencia de manera general, que les permite ver energía directamente, y categorizó a los chamanes como los únicos seres humanos que son deliberadamente conscientes de ver energía directamente. En seguida, definió «conciencia» como energía y «energía» como un flujo constante,  una vibración luminosa que nunca está quieta sino siempre en movimiento por impulso propio. Afirmó que cuando se ve a un ser humano se percibe como una aglomeración de campos energéticos unidos por la fuerza más misteriosa del universo: una fuerza vibratoria aglutinante y unificadora que mantiene juntos a los campos energéticos en una unidad cohesiva.

Explicó además que el nagual era un chamán específico de cada generación, a quien los otros chamanes podían ver, no como una sola bola luminosa, sino como una unidad de dos esferas de luminosidad fundidas la una sobre la otra.Esta característica de ser doble -continuó-, le permite al nagual llevar a cabo maniobras que son bas tante difíciles para un chamán ordinario.

Don Juan siguió explicando que en el momento en que uno cruza el peculiar umbral del infinito, sea deliberadamente o como en mi caso, inconscientemente, todo lo que le pasa a uno desde ese momento, ya no está exclusivamente en el dominio de uno, sino que entra en el reino del infinito.

-Cuando nos conocimos en Arizona, los dos cruzamos un peculiar umbral -continuó-. Y ese umbral no fue decidido ni por ti ni por mí; sino por el infinito mismo. El infinito es todo lo que nos rodea. -Dijo esto haciendo un gesto amplio con los brazos-. Los chamanes de mi linaje lo llaman el infinito, el espíritu, el oscuro mar de la conciencia, y dicen que es algo que existe allí afuera y que rige sobre nuestras vidas.

-Lo que nos reunió a ti y a mí -siguió-, fue el intento del infinito. Es imposible determinar lo que es este intento del infinito, sin embargo está allí, tan palpable como tú y yo. Los chamanes dicen que es un temblor en el aire. La ventaja de los chamanes es el saber que existe el temblor en el aire y asentir a él sin más. Para los chamanes no hay cavilaciones, preguntas, especulaciones. Saben que todo lo que tienen es la posibilidad de unirse con el intento del infinito, y lo hacen.

El pronunciamiento más acertado de lo que es un nagual, y que articuló ese día en que lo encontré, es que el nagual está vacío, y que ese vacío no refleja el mundo sino que refleja el infinito.

(…) Don Juan explicó que los chamanes del México antiguo habían concebido la idea de conversaciones formales versus conversaciones informales, y utilizaban ambas como medios para enseñar y guiar a sus discípulos. Las conversaciones formales consistían para ellos, en resúmenes que hacían de vez en cuando de todo lo que  les habían enseñado o dicho a sus discípulos. Las conversaciones informales eran elucidaciones diarias en las cuales las cosas se explicaban con referencia sólo al fenómeno que se examinaba en ese momento.

Los chamanes no se guardan nada para sí -continuó-. El vaciarse de esta manera es una maniobra chamanística. Los conduce a abandonar la fortaleza del yo.

EL FINAL DE UNA ERA: LAS PROFUNDAS PREOCUPACIONES DE LA VIDA COTIDIANA

-¿Qué es lo que me está pasando, don Juan? -le pregunté. Era una pregunta retórica de mi parte.

-Son los efectos del infinito -contestó-. Algo le pasó a la forma en que percibes, el día que me conociste. Tu sensación de nerviosismo se debe a la realización subliminal de que se te ha acabado el tiempo. Tienes conciencia de ello, pero no estás deliberadamente consciente. Sientes la ausencia de tiempo y es lo que te hace impaciente. Lo sé porque me pasó a mí y a todos los chamanes de mi linaje. En un momento dado, una era entera de mi vida, o de sus vidas, terminó. Ahora te toca a ti. Simplemente se te ha acabado el tiempo.

Tu mundo se termina -dijo-. Es el final de una era para ti. ¿Crees que el mundo que has conocido toda tu vida te va a dejar, pacíficamente, sin más? ¡No! Va a estar revolcándose debajo de ti y dándote de golpazos con la cola.

(…) -No te aloques por nada -me dijo don Juan calmadamente-. Ya sabes que una era entera de tu vida está   por terminar, pero la era no termina hasta que muera el rey.

-¿Qué quiere decir con eso, don Juan?

-Tú eres el rey y tú eres exactamente como tus amigos. Ésa es la verdad que te tiene sacudiéndote en tus pantalones. Una cosa que puedes hacer es aceptar las cosas como son, que claro, no lo puedes hacer. La otra, es decir: «Yo no soy así, yo no soy así», y repetir que tú no eres así. Pero te prometo que va a llegar el momento en que te vas a dar cuenta de que sí eres así.

 

(…) Insistió una y otra vez que tenía que perdonar a los que me habían hecho esos desagravios.

LA CITA INEVITABLE

(…) había visto a mi amigo antropólogo moribundo.

-Vi la muerte como fuerza externa ya abriendo a tu amigo -me había dicho-. Cada uno de nosotros tiene una apertura energética, una grieta energética debajo del ombligo. Esa grieta que los chamanes llaman el boquete, está cerrada cuando un hombre está en perfecto estado.

Dijo que normalmente, lo único discernible al ojo del chamán es un descolorido tenue en el brillo blancuzco de la esfera luminosa. Pero cuando un hombre está por morirse, el boquete está totalmente abierto.

(…) Estar alerta no significa ser vigilante -dijo don Juan-. Para los chamanes, el estar alerta es estar consciente de la tela del mundo cotidiano que parece extraña a la interacción del momento.

Le deseé lo mejor desde mi vacío de chamán, desde mi silencio de chamán. Por esa razón, supe que en ese último viaje estaba expresando su agradecimiento a todos aquellos que habían tenido relevancia en su vida.

(…) -Los chamanes nunca dicen las cosas por decirlas -dijo-. Tengo muchísimo cuidado de lo que te digo a ti o a cualquier otra persona. La diferencia entre tú y yo, es que yo no tengo nada de tiempo, y me comporto conforme a eso. Tú, por otro lado, crees que tienes todo el tiempo del mundo y también te comportas conforme a eso. El resultado final de nuestras dos formas de comportamiento es que yo mido todo lo que digo y hago, y tú no.

-¿Qué puedo hacer ahora, don Juan? -le pregunté.

-Lo único que puedes hacer es guardar fresca la memoria de tu amigo, mantenerla viva por el resto de tu vida y, quizás, más allá. Los chamanes expresan de esa manera el agradecimiento al que ya no pueden dar voz. Puedes creer que es una tontería, pero es lo mejor que los chamanes pueden hacer.

-La tristeza para los chamanes no es personal    -dijo don Juan, de nuevo entrando en mis pensamientos-. No es en realidad tristeza. Es una ola de energía que llega desde lo profundo del cosmos y golpea a los chamanes cuando están receptivos, cuando son como radios, capaces de atraer las ondas.

»Los chamanes de tiempos antiguos, los que nos dieron el formato entero del chamanismo, creían que hay tristeza en el universo, como una fuerza, una condición como la luz, como el intento, y que esa fuerza perenne actúa, sobre todo en los chamanes porque ya no tienen escudos de defensa. Ya no pueden esconderse detrás de sus amigos o de sus estudios. Ya no pueden esconderse detrás del amor o del odio, o la felicidad, o la desgracia. No pueden esconderse detrás de nada.

»La condición de los chamanes -siguió don Juan-, es que la tristeza para ellos es abstracta. No viene de codiciar o de necesitar algo o de la importancia personal. No viene del yo. Viene del infinito. La tristeza que sientes por no haberle dado las gracias a tu amigo ya tiende hacia esa dirección.

EL PUNTO DE RUPTURA

Don Juan definió el silencio interno como un estado peculiar de ser en que los pensamientos se cancelan y uno puede funcionar a un nivel distinto al de la conciencia cotidiana. Hizo hincapié en que el silencio interno consistía en suspender el diálogo interno -el compañero perenne del pensamiento- y debido a eso, era un estado de profunda quietud.

-Los antiguos chamanes -dijo don Juan- le llamaron silencio interno porque es un estado en el cual la percepción no depende de los sentidos. Lo que funciona durante el silencio interno es otra facultad que posee el hombre, una facultad que hace de él un ser mágico, la misma facultad que ha sido restringida, no por el hombre mismo, sino por una influencia extranjera.

-¿Cuál es esa influencia extranjera que restringe la facultad mágica del hombre? -pregunté.

-Ése es tema para una próxima explicación -contestó don Juan-, no el tema de discusión actual, aunque es, indudablemente, el aspecto más serio de la brujería de los chamanes del México antiguo.

-El silencio interno funciona desde el momento en que empiezas a acumularlo -contestó-. Los chamanes andaban detrás del dramático resultado final, el de alcanzar ese umbral individual de silencio. Algunos practicantes muy talentosos necesitan sólo unos cuantos minutos de silencio para llegar a esa codiciada meta. Otros, menos talentosos, necesitan largos períodos de silencio, quizás más de una hora de quietud completa, antes de llegar al resultado tan deseado. El resultado deseado es lo que los antiguos chamanes llamaban detener el mundo, el momento en que todo lo que nos rodea cesa de ser lo que siempre ha sido.

»Ése es el momento en que los chamanes regresan a la verdadera naturaleza del hombre -siguió don Juan-. – Los antiguos chamanes también le llamaban libertad total. Es el momento en que el hombre esclavo se convierte en el hombre, el ser libre, capaz de proezas de percepción que son un desafío a nuestra imaginación linear.

Don Juan me aseguró que el silencio interno es una avenida que conduce a la verdadera suspensión del juicio, a un momento en que los datos sensoriales que emanan del universo dejan de ser interpretados por los sentidos; el momento en que la cognición deja de ser la fuerza que, a través de uso y repetición, decide la naturaleza del mundo.

»Es muy, muy, importante -siguió don Juan-, que tú mismo deliberadamente llegues a ese punto de ruptura, o que lo crees, artificiosamente, inteligentemente.

-¿Qué quiere decir con eso, don Juan? -le pregunté, atrapado por su intrigante razonamiento.

-Tu punto de ruptura -dijo-, es descontinuar tu vida tal como la conoces. Has hecho todo lo que te he dicho, acertada y obedientemente. Si tienes talento, nunca lo demuestras. Ése parece ser tu estilo. No eres lento, pero te comportas como si lo fueras. Estás muy seguro de ti mismo, pero te comportas como si fueras  inseguro. No eres tímido y sin embargo, te comportas como si le tuvieras miedo a la gente. Todo apunta a un solo lugar: tu necesidad de romper con todo eso, despiadadamente.

-Pero, ¿cómo, don Juan? ¿Qué propone usted? -pregunté genuinamente frenético.

-Creo que todo se reduce a un acto -dijo-. Tienes que dejar a tus amigos. Tienes que despedirte de ellos para siempre. No es posible que continúes en el camino del guerrero, cargando contigo tu historia personal, y a menos que descontinúes tu manera de vida, no voy a poder seguir con mi instrucción.

-Momento, momento, momento, don Juan -dije-. Tengo que frenarlo. Me pide usted que haga algo demasiado difícil. Para serle muy sincero, no creo que pueda hacerlo. Mis amigos son mi familia, mis puntos de referencia.

-Precisamente, precisamente -comentó-. Son tus puntos de referencia. Por consecuencia, tienen que irse.

Los chamanes tienen un solo punto de referencia; el infinito.

-¿Pero cómo quiere que proceda, don Juan? -pregunté en voz plañidera. Su petición me estaba volviendo loco.

-Simplemente tienes que marcharte-dijo, como si nada-. Márchate de la manera que puedas.

(…)»Nunca has estado solo en tu vida. Éste es el momento de hacerlo. Te quedarás en ese cuarto hasta que te mueras.

-No -dijo-, no quiero que tu cuerpo muera físicamente. Quiero que muera tu persona. Son dos asuntos muy distintos.

En esencia, tu persona tiene muy poco que ver con tu cuerpo. Tu persona es tu mente, y créeme, tu mente no es tuya.

El criterio que indica que un chamán ha muerto -siguió- es cuando no le importa si tiene compañía o si está solo. El día que ya no busques la compañía de tus amigos que usas como escudo, ése es el día en que tu persona ha muerto.

(…) Terminé haciendo exactamente lo que me había pedido don Juan, pero de manera indirecta. No lo hice por cumplir con los requisitos de don Juan o con la intención de hacer las paces. Sí me quedé en ese cuarto de ho- tel durante meses, hasta que mi persona, como don Juan me había propuesto, murió, hasta que no me importaba si estaba solo o acompañado.

Le dije a don Juan cuán intensa- mente había lamentado lo que le había dicho en Hermosillo.

-No tienes que disculparte -me aseguró-. Cada uno de nosotros hacemos lo mismo. Una vez, salí corriendo del mundo de los chamanes y llegué al punto de morirme antes de darme cuenta de mi estupidez. Lo importante es llegar al punto de ruptura, de la manera que sea, y es exactamente lo que has hecho. El silencio interno se está volviendo real para ti.

Para el infinito, la única empresa que vale para el guerrero es la libertad

LAS MEDIDAS DE LA COGNICIÓN

 Don Juan mantuvo desde el principio de nuestra relación que el mundo de los chamanes del México antiguo difería del nuestro, no de manera superficial, sino en la manera en que se arreglaba el proceso de cognición. Mantenía que en nuestro mundo, nuestra cognición requiere la interpretación de datos sensoriales. Dijo que el universo está compuesto de un número infinito de campos de energía, que existen en el universo en general como filamentos luminosos. Esos filamentos luminosos actúan sobre el hombre como organismo. La respuesta de ese organismo es convertir esos campos de energía en datos sensoriales. Los datos sensoriales se interpretan, y esa interpretación se convierte en nuestro sistema cognitivo.

(…) Quizá mi unidad más codiciada era la vida académica. Cualquier cosa que la amenazaba era una amenaza al centro de mi ser, sobre todo si el ataque era velado, inadvertido. Pasó con un profesor a quien le había dado toda mi confianza, el profesor Lorca.

-No admires a la gente desde la distancia -dijo-. Ésa es la manera más segura de crear seres mitológicos. Acércate a tu profesor, habla con él, ve cómo es como hombre. Ponlo a prueba. Si el comportamiento de tu profesor es resultado de su convicción de que es un ser que se va a morir, entonces todo lo que haga, no importa cuán extraño, debe ser premeditado y final. Si lo que dice termina siendo palabras, no vale nada.

-Dígame, don Juan -dije para terminar la conversación por otras vías-, ¿qué es un ser que va a morir, en verdad? Lo he oído hablar de eso tantas veces, pero no me lo ha definido nunca realmente.

Lo que está mal con nosotros los seres humanos, y que ha estado mal desde tiempo inmemorial, es que sin declararlo en tantas palabras, creemos que hemos entrado en el reino de la inmortalidad. Nos comportamos como si nunca fuéramos a morirnos, una arrogancia infantil. Pero aún más injuriante que ese sentimiento de inmortalidad es lo que lo acompaña; la sensación de que pode- mos absorber todo este inconcebible universo con la mente.

-Es imprescindible que hables con él -me dijo en una voz un tanto urgente-. Los chamanes no admiran a la gente en el vacío. Les hablan; los conocen. Establecen puntos de referencia. Comparan. Lo que estás haciendo es un poco infantil. Admiras a lo lejos. Es como lo que pasa con un hombre que le tiene miedo a las mujeres.  Finalmente,  sus  gónadas  dominan  su  miedo  y le exigen que adore a la primera mujer que le   dice «hola».

Hice un doble esfuerzo por acercarme al profesor Lorca, pero era como una fortaleza impenetrable. Cuando  le comenté a don Juan mis dificultades, me explicó que los chamanes veían cualquier actividad con la gente, no importa cuán diminuta o insignificante, como un campo de batalla. En ese campo de batalla, los chamanes hacían su mejor magia, ponían su mejor esfuerzo. Me aseguró que el truco para tener soltura en tales situaciones, algo que nunca había sido mi fuerte, era enfrentarse al adversario abiertamente. Expresó su aborrecimiento por esas almas tímidas que se esconden de la interacción a tal extremo que, cuando interactúan, simplemente infieren o deducen en términos de sus propios estados psicológicos lo que pasa sin verdaderamente percibir lo que en realidad está pasando. Interactúan sin jamás haber sido parte de la interacción.

-Siempre mira al hombre con quien estás jugando el tira y afloja con la cuerda -continuó- No tires simplemente de la cuerda; levanta la vista a sus ojos. Sabrás que es un hombre, igual a ti. No importa lo que diga, no importa lo que haga, se está sacudiendo en sus pantalones, tal como tú. Una mirada de esa naturaleza vuelve incapaz a tu adversario, aunque sea por solo un instante; entonces das el golpe.

(…) Me da que tu profesor no es en verdad lo que parece ser -dijo-. Claro, eso es desde el punto de vista de un chamán. Quizá fuera mejor dejarlo ahora, antes que todo esto se vuelva muy bochornoso, muy complicado. Una de las artes más elevadas de los chamanes es saber cuándo detenerse.

La culpa es tuya. Has fallado al no expresarle a tu profesor que cuando los chamanes hablan del mundo cognitivo de los chamanes del México antiguo, están hablando de cosas que no tienen un equivalente en el mundo cotidiano.

»Por ejemplo, percibir la energía directamente como fluye en el universo es una unidad de cognición por la cual los chamanes viven. Ven cómo fluye la energía y siguen su flujo. Si su flujo se encuentra con obstáculos, se alejan o hacen algo totalmente diferente. Los chamanes ven líneas en el universo. Su arte, o su tarea, es escoger la línea que los va a conducir, en términos de percepción, a regiones sin nombre. Podrías decir que los chamanes reaccionan inmediatamente a las líneas del universo. Ven a los seres humanos como  bolas luminosas, y buscan en ellos su flujo de energía. Desde luego, reaccionan al instante al ver esto. Es parte de su cognición.

AGRADECIENDO

 -Los guerreros-viajeros no dejan cuentas pendientes -dijo don Juan.

-¿A qué se refiere usted, don Juan? -pregunté.

-Es hora de que arregles algunas deudas que has contraído durante tu vida -dijo-. No es que vayas a poder pagarlas por completo, no, pero tienes que hacer un gesto. Tienes que hacer un pago de muestra para reparar, para apaciguar al  infinito.

-Te he dicho una y otra vez que los guerreros-viajeros son pragmáticos -siguió-. No están involucrados en sentimentalismo o nostalgia o melancolía. Para los guerreros -viajeros, sólo existe la lucha, y es una lucha sin fin. Si crees que has venido aquí a encontrar paz, o que éste es un momento de calma en tu vida, estás equivocado. Esta faena de pagar tus deudas no está guiada por ninguna sensación que tú conozcas. Está guiada por el sentimiento más puro, el sentimiento del guerrero-viajero que está a punto de sumergirse en el infinito, y que justo antes de hacerlo, se vuelve para dar las gracias a aquellos que lo favorecieron.

-Te tienes que enfrentar a esta tarea con toda la gravedad que merece -continuó-. Es tu última parada antes de que te trague el infinito. De hecho,

si el guerrero-viajero no está en un estado sublime de ser, el infinito no lo toca por nada del mundo.

(…)-Vence tu autocompasión ahora mismo -me ordenó-. Vence la idea de que estás herido, y ¿qué te queda como residuo irreductible?

Lo que me quedaba como residuo irreductible era el sentimiento de que les había hecho mi máximo regalo   a las dos. No con el ánimo de renovar nada, ni de hacerle daño a nadie, incluyendo a mí mismo, pero en el verdadero espíritu del guerrero-viajero cuya única virtud, me había dicho don Juan, es mantener viva  la memoria de lo que le haya afectado; cuya sola manera de dar las gracias y despedirse era a través de este acto de magia: de guardar en su silencio todo lo que ha amado.

MÁS ALLÁ DE LA SINTAXIS:EL ACOMODADOR

-Ya es tiempo que empieces uno de los proyectos mayores de la brujería -dijo don Juan.

-¿A qué proyecto de la brujería se refiere usted, don Juan? -le pregunté.

-Se llama la recapitulación -me dijo-. Los antiguos chamanes lo llamaban hacer el recuento de los sucesos de tu vida y para ellos empezó como una técnica sencilla, una estratagema para ayudarles a recordar lo que estaban haciendo y diciendo a sus discípulos. Para sus discípulos, la técnica tuvo el mismo valor; les ayudaba a recordar lo que les habían dicho y hecho sus maestros.

-La premisa de los chamanes es que para llenar algo, hay que crear un espacio donde ubicarlo -me dijo-. Si estás repleto de todos los detalles de la vida cotidiana, no hay espacio para nada nuevo. Ese espacio hay que construirlo. ¿Comprendes? Los antiguos chamanes creían que la recapitulación de tu vida creaba ese espacio. Lo crea y mucho más, por supuesto.

»Los chamanes llevan a cabo la recapitulación de una manera muy formal -continuó-. Consiste en escribir una lista de todas las personas que han conocido, desde el presente hasta el mismo principio de la vida. Una vez que hicieron esa lista, toman a la primera persona que aparece y recuerdan todo lo que pueden acerca de esa persona. Y quiero decir todo; cada detalle. Es mejor recapitular desde el presente hacia el pasado porque los recuerdos del presente están vivos, y de esa manera, la habilidad para recordar se afila. Lo que hacen los practicantes es recordar y respirar. Inhalan lenta y deliberadamente, abanicando la cabeza de derecha a izquierda, en un vaivén casi imperceptible, y exhalan de la misma manera.

-¿Y qué quiere que haga con todo esto, don Juan? -le pregunté.

-Empiezas a hacer tu lista ahora mismo -dijo-. Divídela por años, por trabajos, arréglala en el orden que quieras, pero hazla secuencial, con la persona más reciente al principio, y termina con Mami y Papi. Y luego, recuerda todo acerca de ellos. Sin más ni más. Al practicar, te vas a dar cuenta de lo que estás haciendo.

(…)Mientras caminabas por la universidad, estoy seguro de que tuviste un encuentro con el intento. Hiciste el intento de estar allí, y tenías que soltarte de cualquier cosa que se te opusiera.

»Pero no exageres -prosiguió-. El toque del  guerrero-viajero es muy    ligero, aunque muy cultivado. La mano del guerrero-viajero empieza como una mano de hierro, pesada y apretada, pero se convierte en la mano de un duende, una mano de telaraña. Los guerreros-viajeros no dejan señas ni huellas. Ése es el desafío del guerrero-viajero.

Entonces don Juan delineó las complejidades de la conciencia y de la percepción, que eran la base de la recapitulación. Me advirtió que me iba a presentar las unidades de este arreglo sin ninguna tentativa de clasificarlas o de colocarlas según una norma predeterminada.»Las clasificaciones tienen su mundo propio -continuó-. Después de que empiezas a clasificar cualquier cosa, la clasificación adquiere vida propia y te domina. Pero como las clasificaciones nunca empezaron como asuntos que dan energía, siempre se quedan como troncos muertos. No son árboles; son sencillamente troncos.

Me explicó que los chamanes del México antiguo vieron que el universo en general está compuesto de campos de energía bajo la forma de filamentos luminosos. Vieron billones por donde fuera que vieran. También vieron que estos campos de energía se configuran en corrientes de fibras luminosas, torrentes que son fuerzas constantes, perennes en el universo; y la corriente o torrente de filamentos que se relaciona con la recapitulación, fue nombrada por aquellos chamanes el oscuro mar de la conciencia, y también el Águila.

punto de encaje

Declaró que los chamanes también descubrieron que cada criatura del universo está atada al oscuro mar de la conciencia por un punto redondo de luminosidad que era aparente cuando esas criaturas eran percibidas como energía. Don Juan dijo que sobre ese punto de luminosidad, que los chamanes del México antiguo llamaron el punto de encaje, la percepción se encaja a través de un aspecto misterioso del oscuro mar de la conciencia.

Sostuvo que bajo la forma de filamentos luminosos, billones de campos energéticos del universo en general convergen y atraviesan el punto de encaje  de los seres humanos. Estos campos energéticos se convierten en data sensorial, y esta data sensorial se interpreta y es percibida como el mundo que conocemos.

Don Juan siguió explicando que lo que convierte las fibras luminosas en data sensorial es el oscuro mar de la conciencia. Los chamanes ven esta transformación y la llaman el resplandor de la conciencia, un brillo que se extiende como nimbo alrededor del punto de encaje.

Desplazamiento del  punto de anclaje

Luego, don Juan me había mostrado energéticamente lo que los chamanes del México antiguo consideraban ser el origen del ensoñar: el desplazamiento del punto de encaje. Dijo que el punto de encaje se desplazaba de modo natural al dormir.

(…) Sabía que estaba dormido porque la bola de energía que es comúnmente un ser humano estaba un poco plana; se había expandido lateralmente.

Y entonces vi el punto de encaje en una posición diferente a la habitual, que es directamente detrás de los omóplatos. En este caso, se había desplazado a la derecha de donde debería haber estado, y un poco más abajo. Calculé que, en este caso, se encontraba al lado de las costillas.

Don Juan me había asegurado que el desplazamiento y la fijación del punto de encaje podía llevarse a cabo por voluntad propia por medio de la disciplina de mano de hierro de los chamanes. Dijo que los chamanes de su linaje creían que había por lo menos seiscientos puntos dentro de la esfera luminosa que somos en realidad, y que al alcanzarlos volitivamente por el punto de encaje, pueden otorgarnos un mundo totalmente inclusivo; lo cual quiere decir, que si nuestro punto de encaje se desplaza a uno de esos puntos y se queda fijo en él, percibimos un mundo tan inclusivo y tan total como el mundo cotidiano, pero no obstante, un mundo diferente.

Además, me explicó don Juan que el arte de la brujería consiste en manipular el punto de encaje y hacerlo cambiar de posiciones a voluntad sobre las esferas luminosas que son los seres humanos. El resultado de esta manipulación es el cambio en el punto de contacto con el oscuro mar de la conciencia, que nos trae como su concomitante, un fardo diferente de billones de campos de energía bajo la forma de filamentos luminosos que convergen sobre el punto de encaje. La consecuencia de estos nuevos campos de energía que convergen sobre el punto de encaje, es que una conciencia diferente a la necesaria para percibir el mundo cotidiano entra en ac ción, transformando esos nuevos campos de energía en datos sensoriales, datos sensoriales que se interpretan y se perciben como un mundo diferente porque los campos de energía que lo engendran son diferentes a los conocidos.

Don Juan había afirmado que una definición acertada de la brujería como práctica consistía en que la brujería es la manipulación del punto de encaje, con el fin de cambiar el enfoque con el que éste se fija en el oscuro  mar de la conciencia, y así hacer posible la percepción de otros mundos.

Había dicho que el arte de los acechadores empieza después de que se haya desplazado el punto de encaje. El mantener el punto de encaje fijo en su nueva posición asegura que el chamán perciba totalmente el nuevo mundo en que entre no importe cual sea, tal como lo hacemos con el mundo cotidiano. Para los chamanes del linaje de don Juan, el mundo cotidiano no era más que una pliegue de un mundo total que consiste de por lo menos seiscientos pliegues.

recapitulación

(…)Me advirtió que iba a hacer una declaración que, según los chamanes, era central para comprender el alcance de la recapitulación.

Dando enorme énfasis a sus palabras, dijo que lo que en los organismos llamamos sentidos no son más que grados de conciencia. Mantuvo que si aceptamos que los sentidos son el oscuro mar de la conciencia, tenemos que admitir que la interpretación que los sentidos hacen de la data sensorial es también el oscuro mar de la conciencia. Me explicó con gran detalle, que el enfrentar el mundo que nos rodea bajo las condiciones que lo hacemos es el resultado del sistema de interpretación de la humanidad, con el cual todo ser humano está provisto. También dijo que todo organismo que existe debe tener un sistema de interpretación que le permita funcionar en su medio.

-Los chamanes que vinieron después de las agitaciones apocalípticas que te contaba -continuó-, vieron que  al momento de la muerte el oscuro mar de la conciencia tragaba, por decirlo así, la conciencia de las criaturas vivas a través del punto de encaje. También vieron que el oscuro mar de la conciencia tenía un momento de, digamos, vacilación al enfrentarse con chamanes que habían hecho un recuento de sus vidas. Sin saberlo, algunos habían hecho ese recuento tan minuciosamente, que el oscuro mar de la conciencia tomaba la conciencia de sus experiencias de vida; pero no tocaba su fuerza vi tal. Los chamanes habían descubierto una verdad gigantesca acerca de las fuerzas del universo:

El oscuro mar de la conciencia sólo quiere nuestras experiencias de vida, no nuestra fuerza vital.

-Los chamanes creen -prosiguió don Juan- que al recapitular nuestras vidas toda la basura, como te dije, sale a superficie. Nos damos cuenta de nuestras contradicciones, nuestras repeticiones, pero algo en nosotros se resiste tremendamente a la recapitulación. Los chamanes dicen que el camino queda libre sólo después de una agitación gigantesca, después de que aparece en la pantalla el recuerdo de un suceso que nos sacude hasta los cimientos con una claridad de detalles terrorífi ca. Es el suceso que nos arrastra hasta el momento real en que lo vivimos. Los chamanes llaman a ese suceso el acomodador, porque desde ese momento cada suceso que tocamos, no sólo se recuerda sino que se vuelve a vivir.

-La recapitulación contiene una opción secreta-dijo don Juan-. Tal como te dije que la muerte contiene una opción secreta, una opción que sólo los chamanes utilizan. En el caso de la muerte, la opción secreta es que los seres humanos pueden retener su fuerza vital y renunciar solamente a su consciencia, el resultado de sus vidas. En el caso de la recapitulación, la opción secreta que sólo los chamanes eligen es la de acrecentar sus verdaderas mentes.

»La inquietante memoria de tus recuerdos -prosiguió- sólo puede venir de tu mente verdadera. La otra mente que todos tenemos y compartimos es, diría yo, un modelo barato; económico, de igual tamaño para todos.

LA INTERACCIÓN DE ENERGÍA EN EL HORIZONTE

La claridad del acomodador trajo un nuevo ímpetu a mi recapitulación. Un nuevo humor reemplazó el anterior. Desde ese momento, empecé a recordar sucesos de mi vida con una claridad enloquecedora. Era exactamente como si una barrera hubiera sido construida dentro de mí, que me mantenía rígidamente atado a recuerdos magros y borrosos, y el acomodador la había derribado.

No quiero decir que era como si estuviera viviendo la experiencia, porque no es verdad. Estaba dentro de las experiencias mismas, las dos veces. Y cuando ya no pude soportarlo, salté a mi vida de ahora. Para mí, ése fue un salto hacia el futuro. Tuve el poder de pasar sobre el tiempo. Mi salto hacia el pasado no fue súbito; el suceso se desenvolvió lentamente tal como sucede con los recuerdos. Fue al final que sí salté de pronto hacia el futuro: mi vida de ahora.

En el caso de la recapitulación, la opción secreta que sólo los chamanes eligen es la de acrecentar sus verdaderas mentes.

»La inquietante memoria de tus recuerdos -prosiguió- sólo puede venir de tu mente verdadera. La otra mente que todos tenemos y compartimos es, diría yo, un modelo barato; económico, de igual tamaño para todos. Pero éste es un tema para más tarde. Lo que ahora tenemos delante es el principio de una fuerza desintegrante. Pero no es una fuerza que te está desintegrando, no quiero decir eso. Está desintegrando lo que los chamanes llaman la instalación foránea que existe en ti y en cada ser humano. El efecto de la fuerza que se te viene encima, que está desintegrando la instalación foránea, es que saca a los chamanes de su sintaxis.

No hay otra manera adecuada para describir lo que está pasando.

Don Juan tenía razón porque en verdad no podía explicar o no encontraba manera de describir los efectos de esos recuerdos sobre mí. Don Juan me había dicho que los chamanes se enfrentan a lo desconocido a través de los incidentes más banales que se pueda uno imaginar. Cuando se enfrentan a ello y no pueden interpretar lo que están percibiendo, tienen que apoyarse en un recurso exterior para saber por dónde ir. Don Juan llamaba a ese recurso el infinito, o la voz del espíritu, y había dicho que si los chamanes no se esfuerzan por ser racionales con algo que no puede ser racionalizado, el espíritu les dice lo que ocurre, sin falla.

(…) -Pero, don Juan, ¿es posible todo esto? ¿Puede uno leer la energía como si fuera texto? -le pregunté, abrumado por la idea.

-¡Claro que es posible! -me contestó-. En tu caso, no sólo es posible, sino que te está ocurriendo, ¿no?

-Pero, ¿por qué leerla como si fuera texto? -insistí, aunque era una insistencia retórica.

-Es afectación de tu parte -me dijo-. Si leyeras el texto, lo podrías repetir a la letra. Pero, si trataras de ser un espectador del infinito en vez de un lector del infinito, te darías cuenta de que no podrías describir lo que estás mirando, y terminarías diciendo babosadas, incapaz de verbalizar lo que atestiguas. Lo mismo si trataras de oírlo. Esto, desde luego, es específicamente para ti. De todos modos, el infinito escoge. El guerrero-viajero sim plemente cede a su selección. »Pero ante todo -añadió después de una pausa premeditada-, no te abrumes por el suceso porque no puedes describirlo. Es un suceso más allá de la sintaxis de nuestro lenguaje.

VIAJES POR EL OSCURO MAR DE LA CONCIENCIA

Ya podemos hablar más claramente acerca del silencio interno -dijo don Juan.

-Las circunstancias que te rodean han hecho posible que tengas más energía -prosiguió-. Has empezado la recapitulación de tu vida; has visto a tus amigos, por primera vez, como si estuvieran expuestos en una vitrina; llegaste al punto de romper con todo, solo, impulsado por tus propias necesidades; cancelaste tu negocio; y sobre todo, has acumulado bastante silencio interno. Todo esto hace posible que hagas un viaje por el oscuro mar de la conciencia.

-Vamos a aclarar esto -continuó-. Bajo mis condiciones, que son las condiciones de los chamanes del México antiguo, yo era tan real como es posible serlo, y en tal estado, fui a tu casa desde mi silencio interno para hablarte acerca del requisito del infinito y para advertirte que estaba a punto de acabarse tu tiempo. Y tú a tu vez, desde tu silencio interno, verdaderamente fuiste a ese pueblo de  nuestra  elección para decirme que  habías logrado cumplir con el requisito del infinito.

»Bajo tus condiciones, que son las condiciones del hombre común, era un sueño-fantasía en ambos casos. Experimentaste un sueño-fantasía que había llegado a tu casa sin saber la dirección, y luego tuviste un sueño-fantasía que fuiste a verme. A lo que da a mí, como chamán, lo que tú consideras ser tu sueño-fantasía de encontrarme en ese pueblo fue tan real como lo es que los dos conversamos aquí y ahora.

Luego, don Juan me había mostrado energéticamente lo que los chamanes del México antiguo consideraban ser el origen del ensoñar: el desplazamiento del punto de encaje. Dijo que el punto de encaje se desplazaba de modo natural al dormir.

(…) Sabía que estaba dormido porque la bola de energía que es comúnmente un ser humano estaba un poco plana; se había expandido lateralmente.

Y entonces vi el punto de encaje en una posición diferente a la habitual, que es directamente detrás de los omóplatos. En este caso, se había desplazado a la derecha de donde debería haber estado, y un poco más abajo. Calculé que, en este caso, se encontraba al lado de las costillas.

A lo largo de mi aprendizaje, don Juan también me había dicho que los chamanes se dividían en dos grupos: un grupo consistía en ensoñadores; el otro en acechadores. Los ensoñadores eran los que desplazaban el punto de encaje con gran facilidad. Los acechadores eran aquellos con gran facilidad para mantener el punto de encaje fijo en esa nueva posición. Los ensoñadores y los acechadores se complementaban y trabajaban en parejas, afectando uno al otro con sus proclividades innatas.

Había dicho que el arte de los acechadores empieza después de que se haya desplazado el punto de encaje. El mantener el punto de encaje fijo en su nueva posición asegura que el chamán perciba totalmente el nuevo mundo en que entre no importe cual sea, tal como lo hacemos con el mundo cotidiano. Para los chamanes del linaje de don Juan, el mundo cotidiano no era más que una pliegue de un mundo total que consiste de por lo menos seiscientos pliegues.

Don Juan regresó al tema bajo discusión: mis viajes por el oscuro mar de la conciencia-Cuando pensaste que estabas en el sueño-fantasía de ir a ese pueblo de nuestra selección -continuó-, habías en realidad fijado tu punto de anclaje directamente sobre la posición específica del oscuro mar de la conciencia que te permite ese viaje. Entonces el oscuro mar de la conciencia te preparó con todo lo necesario para hacer el viaje. No hay ninguna manera de elegir ese lugar por voluntad propia. Dicen los chamanes que el silencio interno lo selecciona sin falla. Fácil, ¿no?

Me explicó entonces las complejidades de la elección. Dijo que la elección para el guerrero-viajero no es en verdad un acto de elección, sino el acto de asentir elegantemente a las solicitudes del infinito.

-El infinito escoge -dijo-. El arte del guerrero-viajero es tener la habilidad de moverse con la más tenue insinuación, el arte de asentir a todo mando del infinito.

-¿Qué quiere usted que haga, don Juan? -pregunté.

-Tienes que viajar deliberadamente por el oscuro mar de la conciencia -contestó-, pero nunca sabrás cómo se hace. Vamos a decir que lo hace el silencio interno, siguiendo caminos inexplicables, caminos que no pueden ser comprendidos, sino sólo practicados.

La energía tal como fluye en el universo

(…) Un instante después, me encontré en un pueblo mexicano construido alrededor de una estación de ferrocarril, un pueblo que quedaba aproximadamente a dos kilómetros de donde vivía don Juan. Estábamos don Juan y yo en medio de la calle junto al banco del gobierno. Inmediatamente después, vi una de las cosas más extrañas que atestigüé en el mundo de don Juan. Veía energía tal como fluye en el universo, pero no veía a los seres humanos como gotas de energía esféricas o alargadas. La gente que me rodeaba eran, por un instante, seres normales de la vida cotidiana, y un instante después, eran criaturas extrañas. Era como si la bola de energía que somos fuera transparente; un halo rodeando un núcleo como de insecto. Este núcleo no tenía forma de primate. No había esqueleto, no estaba viendo a la gente como si tuviera visión de rayos equis que penetra el núcleo hasta el hueso. En el corazón-núcleo de esta gente, había más bien formas geométricas de lo que parecían ser vibraciones duras de materia. Ese núcleo era como las letras del alfabeto; una T mayúscula parecía ser el soporte principal. Una gruesa letra L invertida, estaba sus pendida delante de la T; la letra griega, delta, llegaba casi hasta el piso, y estaba al final de la barra vertical de la T, y parecía ser el soporte para la estructura entera. Encima de la letra T, vi una hebra como de cuerda, de unos tres centímetros de grosor; pasaba por encima de la esfera luminosa, como si lo que estaba viendo fuera una cuenta gigantesca que colgaba desde arriba como un colgante de piedras preciosas.

Una vez, don Juan me había presentado una metáfora para describir la unión energética entre hebras de seres humanos. Dijo que los chamanes del México antiguo describían estas hebras como una cortina hecha de cuentas ensartadas en un hilo. Había tomado esta descripción literalmente, y pensaba que el hilo pasaba por la conglomeración de campos energéticos que es lo que somos, de pies a cabeza. El hilo atado que estaba viendo hacía que la forma redonda de los campos energéticos de los seres humanos más bien pareciera un colgante. No vi, sin embargo, a otra criatura atada a ese mismo hilo. Cada criatura que vi era un ser de un patrón geométrico que tenía una especie de hilo en la parte superior de su aureola esférica. El hilo me recordó inmensamente a esas formas como gusanos segmentados que algunos de nosotros vemos al sol cuando  medio cerramos los párpados.

Don Juan y yo caminamos por el pueblo de un extremo al otro, y vi literalmente montones de criaturas de patrón geométrico. Mi aptitud de verlos era inestable al extremo. Los veía por un instante, y luego los perdía de vista y me enfrentaba con gente normal.

Pronto me fatigué y sólo podía ver gente normal. Don Juan dijo que era tiempo de regresar a casa.

(…) Te puedo garantizar que nunca vas a saber cómo llegamos de la casa al pueblo yaqui y desde el pueblo yaqui a la estación de ferrocarril y de la estación de ferrocarril a la casa. Hay una ruptura en la continuidad del tiempo. Es lo que hace el silencio interno.

Me explicó con gran paciencia que la brujería es la interrupción de ese fluir de continuidad que hace el mundo comprensible para nosotros. Comentó que había viajado ese día por el oscuro mar de la conciencia, y que había visto la gente como es, involucrada en sus asuntos. Y que entonces había visto la cuerda de energía que ata a ciertos seres humanos entre sí, y que había seleccionado esos aspectos por el acto de haberlo intentado. Hizo hincapié en el hecho de que este intento por mi parte no era algo consciente o de mi propia voluntad; el intento había sucedido a un nivel profundo y había sido regido por la necesidad. Necesitaba conocer algunas de las posibilidades del viaje por el oscuro mar de la conciencia, y mi silencio interno había servido de guía al intento, una fuerza perenne del universo, para cumplir con esa necesidad.

(…) Don Juan había dicho que todo ser humano tiene la potencia de ver energía directamente. Lo que no había dicho es que todo ser humano ya ve energía directamente, pero no lo sabe.

LA CONCIENCIA INORGÁNICA

-Tú ya sabes -empezó- que existe en el universo una fuerza perenne que los chamanes del México antiguo llamaban el oscuro mar de la conciencia. Estando ellos en su máxima capacidad de su poder de percepción, vieron algo que los hizo sacudirse en sus calzonzotes, si es que los traían puestos. Vieron que el oscuro mar de la conciencia no es solamente responsable por la conciencia de los organismos, sino también por la conciencia de aquellas entidades que carecen de organismo.

-¿Qué es esto, don Juan, entes sin organismo que tienen conciencia? -le pregunté asombrado, ya que jamás había hecho alusión a tal idea.

Los antiguos chamanes descubrieron que el universo entero está compuesto de fuerzas gemelas -empezó-, fuerzas que a la vez se oponen y que se complementan. Es irrefutable que nuestro mundo es un mundo gemelo. El mundo opuesto y complementario a él es uno que está poblado por entes que tienen conciencia, pero no un organismo. Por esta razón, los antiguos chamanes los llamaban seres inorgánicos.

-¿Y dónde está este mundo, don Juan? -pregunté mascando un albaricoque inconscientemente.

-Aquí donde tú y yo estamos sentaditos -me contestó como si se tratara de algo muy normal, pero riéndose abiertamente de mi nerviosismo-. Te dije que es nuestro mundo gemelo, así es que está íntimamente relacionado con nosotros. Los chamanes del México antiguo no pensaban como tú en términos de tiempo y espacio. Pensaban exclusivamente en términos de conciencia. Dos tipos de conciencia coexisten sin chocar una contra la otra porque cada tipo difiere totalmente de la otra. Los antiguos chamanes se enfrentaron a este problema de coexistencia sin preocuparse del tiempo y el espacio. Razonaron que el grado de conciencia de los seres orgánicos y el grado de conciencia de los seres inorgánicos era tan distinto que ambos podían coexistir sin la más mínima interferencia.

-¿Podemos percibir esos seres inorgánicos, don Juan? -le pregunté.

-Claro que sí -respondió-. Los chamanes lo hacen a voluntad. Las personas comunes también lo hacen, pero no se dan cuenta de que lo están haciendo porque no son conscientes de la existencia del mundo gemelo.

-La dificultad de enfrentarse a las cosas en términos de tiempo y espacio -siguió-, es que solamente te das cuenta si algo ha aterrizado en el espacio y tiempo que tienes disponible, el cual es muy limitado. Los chamanes, en cambio, tienen un campo inmenso sobre el cual pueden darse cuenta si algo extraño ha aterrizado. Muchas entidades del universo en su totalidad, entidades que poseen conciencia, pero no organismo, aterrizan sobre el campo de conciencia de nuestro mundo, o el campo de conciencia de su mundo gemelo, sin que el ser humano común se dé cuenta. Las entidades que aterrizan sobre nuestro campo de conciencia, o sobre el campo de conciencia de nuestro mundo gemelo, pertenecen a otros mundos que existen aparte de nuestro mundo  y su gemelo.

El universo extendido está lleno hasta el copete de mundos de conciencia, inorgánicos y orgánicos.

-¿Tienen vida esos seres inorgánicos tal como nosotros tenemos vida? -pregunté.

-Si piensas que el tener vida es tener conciencia, entonces sí tienen vida -me dijo-. Supongo que sería acertado decir que si la vida puede medirse por la intensidad, la agudeza, la duración de esa conciencia, entonces puedo decir, con toda sinceridad, que están más vivos que tú y yo.

-Para un brujo, la muerte es un factor unificante. En vez de desintegrar el organismo como pasa normal- mente, la muerte lo unifica.

-¿Cómo es posible que la muerte unifique algo? -protesté.

-La muerte para el chamán -dijo- termina con el reino de estados emocionales en el cuerpo.

-¿Quiere usted decir que después de morir los chamanes todavía tienen conciencia? -pregunté.

-Para los chamanes, la muerte es un acto de unificación que emplea todo ápice de su energía. Tú estás pensando en la muerte como un cadáver que está delante de ti, un cuerpo que ya empieza a descomponerse. Para los chamanes, cuando ocurre el acto de unificación, no hay cadáver. No hay descomposición. Sus cuerpos en su totalidad se vuelven energía, una energía que tiene conciencia, que no está fragmentada. Los límites que han sido impuestos por el organismo, límites que la muerte derriba, todavía siguen funcionando en el caso de los chamanes, aunque invisibles a simple vista.

»Sé que te mueres por preguntarme -continuó, con una gran sonrisa- si lo que estoy describiendo es el alma que va al infierno o al cielo. No, no es el alma. Lo que le pasa a los chamanes, cuando recogen esa opción escondida de la muerte, es que se convierten en seres inorgánicos, muy especializados, seres inorgánicos de gran velocidad, seres capaces de maniobras estupendas de percepción. Los chamanes emprenden entonces lo que los chamanes del México antiguo llamaban su viaje definitivo. El infinito llega a ser su reino de acción.

-¿Quiere usted decir con todo esto, don Juan, que se vuelven eternos?

-Mi sobriedad de brujo me dice -respondió- que su conciencia va a terminar de la manera en que termina la conciencia de los seres inorgánicos, pero nunca lo he visto. No lo sé. Los antiguos chamanes creían que la conciencia de este tipo de ser inorgánico duraría mientras viva la Tierra. La Tierra es su matriz. Mientras perdure, su conciencia continúa. Para mí, ésta es la afirmación más razonable.

-¿Hay posibilidad, don Juan, de que existan los fantasmas y las apariciones?

-Lo que llamas fantasma o aparición -dijo-, al ser examinado a fondo por un chamán, se reduce a una cosa: es posible que cualquiera de estas apariciones fantasmales pudiera ser una conglomeración de campos de energía que tiene conciencia, y que nosotros convertimos en cosas que conocemos. Si es éste el caso, entonces las apariciones tienen energía. Los chamanes los llaman configuraciones-generaradoras -de-energía. O no emanan energía, en cuyo caso son creaciones fantasmagóricas, por lo general de una persona muy fuerte en términos de conciencia.

Don Juan dijo que los seres inorgánicos que poblaban nuestro mundo gemelo eran considerados, por los chamanes de su linaje, como nuestros parientes. Los chamanes creían que era inútil hacer amistad con nuestros familiares porque las exigencias que conllevaban tales amistades siempre eran exorbitantes. Dijo que ese tipo de ser inorgánico que es primo hermano nuestro, se comunica con nosotros incesantemente, pero que su comunicación no ocurre al nivel consciente de la conciencia. En otras palabras, sabemos de ellos de manera subliminal, mientras que ellos saben todo acerca de nosotros de manera deliberada y consciente.

-¡La energía de nuestros primos hermanos no vale un pepino! -siguió don Juan-. Están tan jodidos como nosotros. Digamos que los seres orgánicos y los seres inorgánicos de nuestros mundos gemelos son hijos de dos hermanas que viven una al lado de la otra. Son totalmente iguales aunque parezcan distintos. No pueden ayudarnos, y no podemos ayudarlos. Quizá pudiéramos unirnos y fundar una empresa familiar fabulosa, pero esto no ha sucedido. Ambas ramas de la familia son extremadamente sensibles y de nada se ofenden, algo normal entre primos hermanos tan sensibles. Lo esencial del asunto, según los chamanes del México antiguo, es que tanto los seres humanos como los seres inorgánicos de los mundos gemelos son enormes egomaniáticos.

Según don Juan, otra clasificación que los chamanes del México antiguo habían hecho de los seres inorgánicos era el de los exploradores, y con esto se referían a seres inorgánicos que surgían desde el fondo del universo y que poseían una conciencia infinitamente más aguda y veloz que la de los seres humanos. Afirmó don Juan que los antiguos chamanes habían perfeccionado sus esquemas de clasificación a lo largo de generaciones y que sus conclusiones eran que ciertos tipos de seres inorgánicos procedentes de la categoría de exploradores, a causa de su vivacidad, eran parecidos al hombre. Podían formar vínculos y establecer una relación simbiótica con los hombres. Los antiguos chamanes llamaban a este tipo de seres inorgánicos los aliados.

Don Juan explicó que el error crucial de esos chamanes, con referencia a este tipo de ser inorgánico, era el atribuir características humanas a esa energía impersonal y creer que podían utilizarla. Tomaban esos bloques de energía como sus ayudantes y contaban con ellos sin comprender que, siendo pura energía, no tenían el poder de sostener el esfuerzo.

-Hoy vamos a buscar unos seres inorgánicos -me anunció.

(…) había entrado ya en un estado de silencio interno.Un momento después, me encontré con don Juan, caminando en el desierto de Sonora.

Vi que se acercaban dos hombres. Parecían ser del local, quizás yaquis de alguno de los pueblos yaqui de esos contornos. Se acercaron y se quedaron de pie junto a mí. Uno de ellos me preguntó despreocupadamente cómo me había ido. No había pensamientos. Todo estaba dirigido por sensaciones viscerales. Me los quedé mirando lo suficiente para borrarles completamente las facciones y finalmente me quedé ante dos brillosos globos de luminosidad que vibraban. Los globos de luminosidad no tenían límites. Parece que se sostenían desde adentro de manera cohesiva. A veces se achataban. Entonces recobraban otra vez una verticalidad de lo alto de un hombre.

De pronto sentí que el brazo de don Juan me agarraba del brazo derecho y me levantaba del canto. Me dijo que era hora de marcharnos.

-Hoy encontraste conciencia inorgánica y entonces la viste como de veras es -me dijo-. La energía es el residuo irreductible de todo. Por lo que a nosotros se refiere, ver energía directamente es lo máximo para un ser humano. Quizás hay otras cosas más allá de eso, pero no están a nuestro alcance.

Le conté a don Juan todo lo que había atestiguado, todo lo que había oído. Me explicó don Juan que ese día había lograda transformar la forma antropomórfica de los seres inorgánicos en su esencia: una energía impersonal consciente de sí misma.

-Debes comprender -dijo-, que es nuestra cognición, que es en esencia nuestro sistema de interpretación, la que restringe nuestros recursos. Nuestro sistema de interpretación es lo que nos dice cuáles son los  parámetros de nuestras posibilidades, y cómo hemos estado utilizando ese sistema de interpretación toda la vida, no nos atrevemos a ir contra sus dictámenes.

»La energía de los seres inorgánicos nos empuja -continuó diciendo don Juan-, interpretamos ese empujón como fuera, según nuestro estado de ánimo. Lo más sobrio que se puede hacer, según el chamán, es relegar esas entidades a un nivel abstracto. Cuanto menos interpretaciones haga el chamán, mejor.

-Desde ahora en adelante -continuó-, cuando te enfrentes a la visión extraña de una aparición, manténte firme y quédate mirándolo desde una postura inflexible. Si es ser inorgánico, tu interpretación se va a caer como las hojas muertas. Si nada pasa, es una pendejada de aberración de tu mente, que de todas maneras no es tu mente.

LA VISTA CLARA

Por primera vez en mi vida, me encontré ante el dilema de cómo comportarme en el mundo. El mundo que me rodeaba no había cambiado.

Había definido el concepto del guerrero-viajero diciendo que se refería a chamanes, quienes por ser guerreros viajaban en el oscuro mar de la conciencia. Había añadido que los seres humanos eran viajeros en el oscuro mar de la conciencia, y que esta Tierra no es más que una estación en su viaje; por razones ajenas, que no quería divulgar en aquel momento, los viajeros habían interrumpido su viaje. Dijo que los seres humanos estaban dentro de una especie de remolino, una contracorriente que les daba la impresión de moverse, cuando en esencia estaban fijos. Mantenía que los chamanes eran los únicos que se oponían a una fuerza, fuera la que fuera, que mantenía presos a los seres humanos, y que los chamanes, por medio de su disciplina, se liberaron de las garras de esta fuerza y continuaron su viaje de la conciencia.

-Los que te rodean no tienen la culpa -me dijo-. No tienen otra salida. La culpa es tuya, porque puedes contenerte, pero insistes en juzgarlos, desde un profundo nivel de silencio. Cualquier idiota puede juzgar. Si los juzgas, sólo puedes recibir lo peor de ellos. Todos nosotros como seres humanos estamos presos y es esa prisión la que nos hace comportarnos de tan mísera manera. Tu desafío es de aceptar a la gente como es. ¡Déjalos en paz!

-Éstos son los vaivenes de la vida cotidiana -dijo don Juan-. Ganas y pierdes, y no sabes cuándo ganas y cuándo pierdes. Éste es el precio que se paga por vivir bajo el domino del auto-reflejo.

(…) Don Juan había dicho que todo ser humano tiene la potencia de ver energía directamente. Lo que no había dicho es que todo ser humano ya ve energía directamente, pero no lo sabe.

»La segunda parte es que experimentaste la pregunta más enloquecedora para el corazón humano. Lo expresaste tú mismo cuando te preguntaste: ¿Cómo es posible que no supiera que había percibido energía directamente toda mi vida? ¿Qué me había prevenido tener acceso a esa faceta de mi ser?

SOMBRAS DE BARRO

cuerpo energético

-Hoy vamos a discutir un tema muy serio de la brujería -dijo don Juan de manera abrupta-, y vamos a co- menzar por hablar del cuerpo energético.

Me había descrito el cuerpo energético incontables veces, diciéndome que era un conglomerado de campos de energía que conforman el cuerpo físico cuando es visto como energía que fluye en el universo. Había dicho que era más pequeño, más compacto, y de apariencia más pesada que la esfera luminosa del cuerpo físico.

Don Juan me había explicado que el cuerpo y el cuerpo energético eran dos conglomerados de campos energéticos comprimidos y unidos por una extraña fuerza aglutinante. Había enfatizado una y otra vez que la fuerza que une esos dos grupos de campos energéticos era, según los chamanes del México antiguo, la fuerza más misteriosa en el universo. Él estimaba que era la esencia pura de todo el cosmos, la suma total de todo lo que es.

Había asegurado que el cuerpo físico y el cuerpo energético eran las únicas configuraciones de energía en contrapeso en el reino humano. Por tanto, él no aceptaba ningún otro dualismo.

Don Juan había dicho que por medio de la disciplina es posible para cualquiera acercar el cuerpo energético hacia el cuerpo físico. Normalmente, la distancia entre los dos es enorme. Una vez que el cuerpo energético está dentro de cierto radio (que varía para cada uno de nosotros individualmente), cualquiera, por medio de la disciplina, puede tomar de él una réplica exacta del cuerpo físico; es decir, un ser sólido, tridimensional. De allí la idea de los chamanes del otro o del doble. Del mismo modo, a través de los mismos procesos de disciplina, cualquiera puede forjar de su cuerpo físico sólido, tridimensional, una réplica exacta de su propio cuerpo energético, es decir, una carga de energía etérea invisible al ojo humano, tal como lo es toda energía.

Los chamanes eran seres prácticos, y lo que ellos describían era siempre algo muy sobrio y muy realista. De acuerdo a don Juan, la dificultad de entender lo que los chamanes hacían estaba en que ellos procedían desde un sistema cognitivo diferente.

Aquel día, sentados en la parte trasera de su casa en el centro de México, don Juan dijo que el cuerpo energético era de una importancia clave en todo lo que estaba ocurriendo en mi vida. Él veía como un hecho energético el que mi cuerpo energético, en lugar de alejarse de mí (como sucede normalmente), se  me acercaba a gran velocidad.

-¿Qué significa el que se me esté acercando, don Juan? -pregunté.

-Significa que algo te va a sacar la mugre -dijo don Juan sonriendo-. Un grado tremendo de control va a aparecer en tu vida, pero no tu control; el control del cuerpo energético.

-¿Quiere decir, don Juan, que una fuerza externa va a controlarme? -pregunté.

Hay montones de fuerzas externas controlándote ahorita mismo -don Juan replicó-. El control al que me refiero es algo que está fuera del dominio del lenguaje. Es tu control pero a la vez no lo es. No puede ser clasificado, pero sí puede ser experimentado. Y, por cierto y por sobre todo, puede ser manipulado. Recuerda: puede ser manipulado, por supuesto, para tu beneficio total, que no es, claro, tu propio beneficio sino el beneficio del cuerpo energético. Sin embargo, el cuerpo energético eres tú, así es que podríamos continuar indefinidamente como perros mordiéndose la propia cola, tratando de explicar esto. El lenguaje es inadecuado. Todas estas experiencias están más allá de la sintaxis.

La oscuridad había descendido muy rápidamente, y el follaje de los árboles, que momentos antes brillaba de color verde, estaba ahora muy oscuro y denso. Don Juan dijo que si yo prestaba atención intensamente a la oscuridad del follaje, sin enfocar la mirada sino mirando como con el rabillo del ojo, vería una sombra fugaz cruzando mi campo de visión.

-Ésta es la hora apropiada para hacer lo que te voy a pedir -dijo-. Toma un momento en fijar la atención necesaria de parte tuya para lograrlo. No pares hasta que captes esa sombra fugaz negra.

Vi de hecho una extraña sombra fugaz negra proyectada en el follaje de los árboles. Era, o bien una sombra que iba de un lado al otro, o varias sombras fugaces moviéndose de derecha a izquierda o de izquierda a dere cha, o hacia arriba en el aire. Me parecían peces negros y gordos, peces enormes. Era como si gigantescos peces  espada volaran por el aire. Estaba absorto en la visión. Luego, finalmente, la visión me asustó. Estaba ya muy oscuro para ver el follaje, pero aun así veía las sombras fugaces negras.

-¿Qué es, don Juan? -pregunté-. Veo sombras fugaces negras por todos lados.

-Ah, es el universo en su totalidad -dijo-, inconmensurable, no lineal, fuera del reino de la sintaxis. Los chamanes del México antiguo fueron los primeros que vieron esas sombras fugaces, así es que las siguieron. Las vieron como tú las viste hoy, y las vieron como energía que fluye en el universo. Y, sí, descubrieron algo trascendental.

Paró de hablar y me miró. Sus pausas encajaban perfectamente. Siempre paraba de hablar cuando yo pendía de un hilo.

-¿Qué descubrieron, don Juan? -pregunté.

-Descubrieron que tenemos un compañero de por vida -dijo de la manera más clara que pudo-. Tenemos un predador que vino desde las profundidades del cosmos y tomó control sobre nuestras  vidas.  Los  seres humanos son sus prisioneros. El predador es nuestro amo y señor. Nos ha vuelto dóciles, indefensos. Si queremos protestar, suprime nuestras protestas. Si queremos actuar independientemente, nos ordena que no lo hagamos.

-Has llegado, a través de tu propio esfuerzo, a lo que los chamanes del México antiguo llamaban el tema de temas -dijo don Juan-. Me anduve con rodeos todo este tiempo, insinuándote que algo nos tiene prisioneros.

-¿Pero, por qué este predador ha tomado posesión de la manera que usted describe, don Juan? -pregunté-. Debe haber una explicación lógica.

-Hay una explicación -replicó don Juan-, y es la explicación más simple del mundo. Tomaron posesión porque para ellos somos comida, y nos exprimen sin compasión porque somos su sustento. Así como nosotros criamos gallinas en gallineros, así también ellos nos crían en humaneros. Por lo tanto, siempre tienen comida a su alcance.

Quiero apelar a tu mente analítica  -dijo don Juan-. Piensa por un momento, y dime cómo explicarías la contradicción entre la inteligencia del hombre-ingeniero y la estupidez de sus sistemas de creencias, o la estupidez de su comportamiento contradictorio. Los chamanes creen que los predadores nos han dado nuestro sistemas de creencias, nuestras ideas acerca del bien y el mal, nuestras costumbres sociales. Ellos son los que establecieron nuestras esperanzas y expectativas, nuestros sueños de triunfo y fracaso. Nos otorgaron la codicia, la mezquindad y la cobardía. Es el predador el que nos hace complacientes, rutinarios y egomaniáticos.

Para mantenernos obedientes y dóciles y débiles, los predadores se involucraron en una maniobra estupenda (estupenda, por supuesto, desde el punto de vista de un estratega). Una maniobra horrible desde el punto de vista de quien la sufre. ¡Nos dieron su mente! ¿Me escuchas? Los predadores nos dieron su mente, que se vuelve nuestra mente. La mente del predador es barroca, contradictoria, mórbida, llena de miedo a ser descubierta en cualquier momento.

»Aunque nunca has sufrido hambre -continuó-, sé que tienes unas ansias continuas de comer, lo cual no es sino las ansias del predador que teme que en cualquier momento su maniobra será descubierta y la comida le será negada. A través de la mente, que después de todo es su mente, los predadores inyectan en las vidas de los seres humanos lo que sea conveniente para ellos. Y se garantizan a ellos mismos, de esta manera, un grado de seguridad que actúa como amortiguador de su miedo.

-Si es cierto que nos comen, ¿cómo lo hacen?

Me explicó que los chamanes ven a los niños humanos como extrañas bolas luminosas de energía, cubiertas de arriba a abajo con una capa brillante, algo así como una cobertura plástica que se ajusta de forma ceñida sobre su capullo de energía. Dijo que esa capa brillante de conciencia era lo que los predadores consumían, y que cuando un ser humano llegaba a ser adulto, todo lo que quedaba de esa capa brillante de conciencia era una angosta franja que se elevaba desde el suelo hasta por encima de los dedos de los pies. Esa franja permitía al ser humano continuar vivo, pero sólo apenas.

Como si hubiera estado en un sueño, oí a don Juan Matus explicando que, hasta donde él sabía, la humanidad era la única especie que tenía la capa brillante de conciencia por fuera del capullo luminoso. Por lo tanto, se volvió presa fácil para una conciencia de distinto orden, tal como la pesada conciencia del predador.

Dijo que esta angosta franja de conciencia era el epicentro donde el ser humano estaba atrapado sin remedio. Aprovechándose del único punto de conciencia que nos queda, los predadores crean llamaradas de conciencia que proceden a consumir de manera despiadada y predatorial. Nos otorgan problemas banales que fuerzan a esas llamaradas de conciencia a crecer, y de esa manera nos mantienen vivos para alimentarse con la llamarada energética de nuestras seudopreocupaciones.

-¿Pero por qué, si los chamanes del México antiguo, y todos los chamanes de la actualidad, ven los predadores no hacen nada al respecto?

No hay nada que tú y yo podamos hacer -dijo don Juan con voz grave y triste-. Todo lo que podemos hacer es disciplinarnos hasta el punto de que no nos toquen. ¿Cómo puedes pedirles a tus semejantes  que  atraviesen los mismos rigores de la disciplina? Se reirán y se burlarán de ti, y los más agresivos te darán una patada en el culo. Y no tanto porque no te crean. En lo más profundo de cada ser humano, hay un saber ancestral, visceral acerca de la existencia del predador.

-Los chamanes del México antiguo -dijo- vieron al predador. Lo llamaron el volador porque brinca en el aire. No es nada lindo. Es una enorme sombra, de una oscuridad impenetrable, una sombra negra que salta por el aire. Luego, aterriza de plano en el suelo. Los chamanes del México antiguo estaban bastante inquietos con saber cuándo había hecho su aparición en la Tierra. Razonaron que era que el hombre debía haber sido un ser completo en algún momento, con estupendas revelaciones, proezas de conciencia que hoy en día son leyendas mitológicas. Y luego todo parece desvanecerse y nos quedamos con un hombre sumiso.

-Lo que estoy diciendo es que no nos enfrentamos a un simple predador. Es muy ingenioso, y es organizado. Sigue un sistema metódico para volvernos inútiles. El hombre, el ser mágico que es nuestro destino alcanzar, ya no es mágico. Es un pedazo de carne. No hay más sueños para el hombre sino los sueños de un animal  que está siendo criado para volverse un pedazo de carne: trillado, convencional, imbécil.

-Este predador -dijo don Juan-, que por supuesto es un ser inorgánico, no nos es del todo invisible, como lo son otros seres inorgánicos. Creo que de niños sí los vemos, y decidimos que son tan terroríficos que no queremos pensar en ellos. Los niños podrían, por supuesto, decidir enfocarse en esa visión, pero todo el mundo a su alrededor lo disuade de hacerlo.

»La única alternativa que le queda a la humanidad -continuó- es la disciplina. La disciplina es el único repelente. Pero con disciplina no me refiero a arduas rutinas. No me refiero a levantarse cada mañana a las cinco y media y a darte baños de agua helada hasta ponerte azul. Los chamanes entienden por disciplina la capacidad de enfrentar con serenidad circunstancias que no están incluidas en nuestras expectativas. Para ellos, la disciplina es un arte: el arte de enfrentarse al infinito sin vacilar, no porque sean fuertes y duros, sino porque están llenos de asombro.

-¿De qué manera sería la disciplina de un brujo un repelente? -pregunté.

-Los chamanes dicen que la disciplina hace que la capa brillante de conciencia se vuelva desabrida al volador -dijo don Juan, escudriñando mi cara como queriendo encontrar algún signo de incredulidad-. El resultado es que los predadores se desconciertan. Una capa brillante de conciencia que sea incomible no es parte de su cognición, supongo. Una vez desconcertados, no les queda otra opción que descontinuar su nefasta tarea.

»Si los predadores no nos comen nuestra capa brillante de conciencia durante un tiempo -continuó-, ésta seguirá creciendo. Simplificando este asunto en extremo, te puedo decir que los chamanes, por medio de su disciplina, empujan a los predadores lo suficientemente lejos para permitir que su capa brillante de conciencia crezca más allá del nivel de los dedos de los pies. Una vez que pasa este nivel, crece hasta su tamaño natural.

Los chamanes del México antiguo decían que la capa brillante de conciencia es como un árbol. Si no se lo poda, crece hasta su tamaño y volumen naturales. A medida que la conciencia alcanza niveles más altos que los dedos de los pies, tremendas maniobras de percepción se vuelven cosa corriente.

»El gran truco de esos chamanes de tiempos antiguos -continuó don Juan- era sobrecargar la mente del volador con disciplina. Descubrieron que si agotaban la mente del volador con silencio interno, la instalación foránea saldría corriendo, dando al practicante envuelto en tal maniobra la total certeza del origen foráneo de la mente. La instalación foránea vuelve, te aseguro, pero no con la misma fuerza, y comienza un proceso en que la huida de la mente del volador se vuelve rutina, hasta que un día desaparece de forma permanente. ¡Un día de lo más triste! Ése es el día en que tienes que contar con tus propios recursos, que son prácticamente nulos. No hay nadie que te diga qué hacer. No hay una mente de origen foráneo que te dicte las imbecilidades a las que estás habituado.

-Mi maestro, el nagual Julián, les advertía a todos sus discípulos -continuó don Juan-, que éste era el día más duro en la vida de un chamán, pues la verdadera mente que nos pertenece, la suma total de todas nuestras experiencias, después de toda una vida de dominación se ha vuelto tímida, insegura y evasiva. Personalmente, puedo decirte que la verdadera batalla de un chamán comienza en ese momento. El resto es  mera preparación.

-¿Qué-qué-qué significa usted -me escuché decir-, con eso de agotar la mente del volador?

-La disciplina definitivamente agota la mente foránea -contestó don Juan-. Entonces, a través de su disciplina, los chamanes se deshacen de la instalación foránea.

-La mente del volador huye para siempre cuando un chamán logra asirse a la fuerza vibradora que nos mantiene unidos como conglomerado de fibras energéticas. Si un chamán mantiene esa presión durante suficiente tiempo, la mente del volador huye derrotada.

-Temes la ira de Dios, ¿verdad? -dijo-. Quédate tranquilo, ése no es tu miedo. Es el temor del volador, que sabe que harás exactamente como te digo.

Sus palabras no me calmaron en absoluto. Me sentí peor. Comencé a convulsionarme de manera involuntaria, sin poder evitarlo.

-No te preocupes -dijo don Juan de manera calma-. Sé, de hecho, que esos ataques se extinguen de lo   más pronto. La mente del volador no tiene concentración alguna.

Después de un momento, todo paró, como lo había previsto don Juan.

-Estás desgarrado por una lucha interna -dijo don Juan-. Muy en lo profundo, sabes que eres incapaz de rechazar el acuerdo de que una parte indispensable de ti, tu capa brillante de conciencia, servirá de alimento incomprensible a unas entidades, naturalmente, también incomprensibles. Y otra parte de ti se opondrá a esta situación con toda su fuerza.

»La revolución de los chamanes -continuó-, es que se rehúsan a honrar acuerdos en los que no han participado. Nadie me preguntó si consentía ser comido por seres de otra clase de conciencia. Mis padres me trajeron a este mundo para ser comida, sin más, como lo fueron ellos; fin de la historia.

Le dije a don Juan que esas sombras fugaces terminarían con mi vida racional. Las veía por todas partes. Desde que me había ido de su casa, era incapaz de dormirme en la oscuridad. Dormir con  las  luces encendidas no me molestaba en absoluto. Sin embargo, en cuanto las apagaba todo a mi alrededor comenzaba a dar saltos. Nunca veía figuras o formas completas. Todo lo que veía eran sombras fugaces negras.

-La mente del volador no te ha abandonado -dijo don Juan-. Ha sido seriamente injuriada. Está haciendo lo posible por restablecer su relación contigo. Pero algo en ti se ha roto para siempre. El volador lo sabe. El verdadero peligro está en que la mente del volador te puede vencer agotándote y forzándote a abandonar jugando con la contradicción entre lo que ella te dice y lo que yo te digo.

»Te digo, la mente del volador no tiene competidores -continuó don Juan-. Cuando propone algo, está de acuerdo con su propia proposición, y te hace creer que hiciste algo de valor. La mente del volador te dirá que lo que don Juan Matus te está diciendo es puro disparate, y luego la misma mente estará de acuerdo con su propia proposición. «Sí, por supuesto, es un disparate», dirás. Así nos vencen.

»Los voladores son una parte esencial del universo -continuó-, y deben tomarse como lo que son realmente: asombrosos, monstruosos. Son el medio por el cual el universo nos pone a prueba.

»Somos sondas creadas por el universo -siguió, como si yo no estuviera presente-, y es porque somos poseedores de energía con conciencia, que somos los medios por los que el universo se vuelve consciente de sí mismo. Los voladores son los desafiantes implacables. No pueden ser considerados de ninguna otra forma. Si lo logramos, el universo nos permite continuar.

No hay más qué decir acerca de los voladores.

(….)Entra en el silencio interno, pero no te duermas. Éste no es un viaje al oscuro mar de la conciencia. Esto es ver desde el silencio interno.-

Me era bastante difícil entrar en un estado de silencio interno sin quedarme dormido. Luché contra el casi in- vencible deseo de dormir. Logré evitarlo, y me encontré mirando el fondo del valle desde la impenetrable oscuridad que me rodeaba. Y luego vi algo que me estremeció hasta los huesos. Vi una sombra gigantesca, quizá de un ancho de cinco metros, saltando en el aire y luego aterrizando con un golpe ahogado y silencioso. Sentí el golpe en mis huesos, pero no lo oí.

-Son verdaderamente pesados -don Juan me dijo al oído. Me estaba agarrando del brazo izquierdo, lo más fuerte que podía.

Vi algo, como una sombra de barro meneándose en el suelo, y luego dio otro salto, quizá de unos quince

metros, y volvió a aterrizar con el mismo silencioso golpe. Estaba aterrorizado más allá de todo lo que racional- mente pudiera usar como descripción. Mantuve mis ojos fijos en la sombra saltando en el fondo del valle.

Luego escuché un zumbido peculiar, una mezcla entre el sonido de un batir de alas, y el sonido de una radio que no ha sintonizado la frecuencia de una estación, y el golpe que siguió fue algo inolvidable. Nos sacudió a don Juan y a mí hasta los huesos -una gigantesca sombra de barro negra acababa de aterrizar a nuestros pies.

-No te asustes -dijo don Juan en tono imperativo-. Mantén tu silencio interno y la sombra se irá.

Yo temblaba de pies a cabeza. Tenía la clara impresión de que si no mantenía mi silencio interno activo, la sombra de barro me envolvería como una frazada y me sofocaría. Sin perder la oscuridad a mi alrededor, grité con toda mi fuerza. Nunca había sentido tanto enojo, tanta frustración. La sombra de barro dio otro salto, claramente hacia el valle. Continué gritando mientras sacudía mis piernas. Quería deshacerme de lo que fuera que viniera a comerme. Mi estado nervioso era tal, que perdí la noción del tiempo. Quizá me desmayé.

Cuando recuperé el sentido, estaba recostado en mi cama en casa de don Juan.

Todos estamos conectados/somos lo mismo

Todo ser humano en esta Tierra parece tener las mismas reacciones, los mismos pensamientos, los mismos sentimientos. Parecen responder de la misma manera a los mismos estímulos. Esas reacciones parecen estar en cierto modo nubladas por el lenguaje que hablan, pero si escarbamos esa superficie son exactamente las mismas reacciones que asedian a cada ser humano en la Tierra. Me gustaría que esto te causara curiosidad como científico social, por supuesto, y que veas si puedes explicar esta homogeneidad.

EMPRENDIENDO EL VIAJE DEFINITIVO:EL SALTO AL ABISMO

Don Juan me había dicho que su tiempo sobre la tierra había llegado a su fin. Partía en su viaje definitivo.

Don Genaro interrumpió, diciendo que otros guerreros-viajeros anteriores a nosotros también habían estado sobre esta misma meseta antes de emprender su viaje a lo desconocido. Don Juan me miró y en voz baja dijo que pronto entraría yo en el infinito con la fuerza de mi poder personal, y que don Genaro y él estaban allí sólo para despedirse de mí. Don Genaro de nuevo interrumpió y dijo que yo también estaba allí para despedirme de ellos.

-Una vez que entres en el infinito -dijo don Juan-, no puedes depender de nosotros para regresar. Se necesita tu decisión. Sólo tú puedes decidir si regresas o no. Debo también advertirte que pocos guerreros-viajeros sobreviven este tipo de encuentro con el infinito. El infinito es seductor hasta no más. Un guerrero-viajero descubre que el regresar a un mundo de desorden, compulsión, ruido y dolor es algo muy desagradable. Tienes que saber que tu decisión de quedarte o regresar no es cuestión de selección racional, sino cuestión de intentarlo.

»Si eliges no regresar -continuó-, desaparecerás como si la tierra te hubiera tragado. Pero si eliges regresar, tienes que amarrarte el cinturón y esperar como un verdadero guerrero-viajero hasta que termines tu tarea, fuese la que fuese, en éxito o en fracaso.

Don Juan me dijo que era obligatorio que un guerrero-viajero se despidiera de todos los que dejaba atrás. Debe decir sus adioses en una voz fuerte y clara para dejar grabados su grito y sentimientos en esas montañas para siempre.

Don Juan había metido en mí un axioma de chamán: Los guerreros-viajeros pagan elegante, generosamente y con una ligereza sin par, cualquier favor, cualquier servi cio que se les ha rendido. Así se deshacen de la carga de llevar deudas.

(…) Mi asociación con el señor Acosta había durado lo suficiente para cazar un buitre. Luego, mi interés en se- guirlo desapareció tan misteriosamente como había aparecido al principio, y nunca tuve la oportunidad de agradecerle por todo lo que me había enseñado.

Don Juan dijo que me había enseñado la paciencia del cazador en el mejor momento para aprenderla; y sobre todo, me había enseñado a sustraer de la soledad todo el alivio que necesita el cazador.

No puedes confundir la soledad con estar solo -me explicó don Juan una vez-. La soledad para mí es psicológica, es un estado mental. El estar solo es físico. Uno debilita, el otro da alivio.

Por todo esto, don Juan había dicho, tenía yo una gran deuda para siempre con el señor Acosta, comprendiera o no el estar agradecido de la manera que lo comprende un guerrero-viajero.

(…) -¡Levántate de tus talones! ¡Levántate!

Al instante, estaba yo de nuevo coherente, completo, con total dominio. Sabía lo que me esperaba. Ya no había vacilación por mi parte, ni preocupación por mí mismo. No me importaba lo que me iba a pasar cuando se fuera don Juan. Sabía que su partida era inminente. Me miró, y en esa mirada me lo dijo todo.

-Nunca más estaremos juntos -me dijo calladamente-. Ya no necesitas mi ayuda; y no te la ofrezco, porque si vales como guerrero-viajero, me escupirás en la cara por ofrecértela. Más allá de ciertos parámetros, la única felicidad de un guerrero-viajero es su estado solitario. No quisiera que tú trataras de ayudarme tampoco. Una vez que me vaya, estaré ido. No pienses más en mí porque yo no voy a pensar más en ti. Si eres un guerre- ro-viajero que vale lo que pesa, ¡sé impecable! Cuida tu mundo. Hónralo; vigílalo con tu vida.

Olvídate del Yo y no temerás nada, no importa el nivel de conciencia en que te encuentres -me dijo

Entonces vi cómo don Juan Matus, el nagual, conducía a sus quince compañeros videntes, sus protegidos, sus deleites, a desaparecer uno por uno en la bruma de aquella meseta hacia el norte. Vi cómo cada uno de ellos se convertía en un globo luminoso y juntos ascendían y flotaban encima de la cima de la montaña como luces fantasmas en el cielo. Dieron una vuelta sobre la cima de la montaña tal como había dicho don Juan que lo harían; su última vista, la que es sólo para sus ojos; su última vista de esta tierra maravillosa. Y luego se desvanecieron.

Supe lo que tenía que hacer. Se me había acabado el tiempo. Eché a correr a toda velocidad hacia el precipi- cio y salté al abismo. Sentí el viento en mi cara por un momento, y luego, la negrura más piadosa me tragó como un pacífico río subterráneo.

EL VIAJE DE REGRESO

No había duda ninguna en mi mente que había saltado al abismo en México. Estaba ahora en mi apartamen- toen Los Ángeles a una distancia de cuatro mil kilómetros de donde había saltado, sin recuerdo alguno de cómo había regresado.

La única explicación a mi alcance era que había seguido las órdenes de don Juan. Había movido mi punto de encaje a una posición que me previno la muerte, y desde el silencio interno, había hecho el viaje de regreso a Los Ángeles. No había otra base en la que me pudiera apoyar. Por la primerísima vez, esta línea de pensamiento me era totalmente aceptable y totalmente satisfactoria.

Intensos pensamientos empezaron a aparecer en mi mente. Tenían la cualidad única de aclarar problemas. El primero que surgió tenía que ver con algo que me había molestado siempre. Don Juan lo había descrito como algo que ocurre usualmente entre chamanes hombres: mi incapacidad de recordar sucesos que habían tenido lugar mientras estaba en estados de conciencia acrecentada.

Don Juan había explicado que la conciencia acrecentada era un desplazamiento mínimo de mi punto de encaje que él lograba, cada vez que yo lo visitaba, al darme un golpecito en la espalda. Con tales desplazamientos me ayudaba a atraer campos de energía que usualmente estaban en la periferia de mi conciencia. En otras palabras, los campos de energía que usualmente estaban a la orilla de mi punto de encaje estaban al centro durante ese desplazamiento. Un desplazamiento de esta naturaleza tenía dos resultados para mí: una agudeza extraordinaria de pensamiento y percepción, y la incapacidad de recordar, una vez que volvía a mi estado de conciencia normal, lo que había ocurrido durante el otro estado.

Sentado aquella mañana en Ships, todo lo que me había ocurrido en estado de conciencia acrecentada durante los años con don Juan, desde el más pequeño detalle se convirtió otra vez en un recuerdo continuo sin interrupción. Don Juan había lamentado el hecho de que un chamán hombre que es por fuerza el nagual, tuviera que ser fragmentado a causa del bulto de su masa energética. Dijo que cada fragmento vivía un rango específico de un ámbito total de actividad, y que los sucesos que experimentaba en cada fragmento tenían que unirse algún día para formar una visión completa, consciente, de todo lo que había pasado en su vida total.

Mirando directamente a mis ojos, me dijo que esa unificación lleva años y que le habían contado de algunos casos de naguales que nunca llegaron al ámbito total de sus actividades de manera consciente y que, a consecuencia, vivían fragmentados.

Lo que experimenté esa mañana en Ships fue algo más allá de lo imaginado en mis más aberradas fantasías. Don Juan me había dicho repetidas veces que el mundo de los chamanes no es un mundo inmutable, donde la palabra es final, sin cambio, sino que es un mundo de fluctuación eterna donde nada puede darse por hecho.   El salto al abismo había modificado mi cognición tan drásticamente que ahora permitía la entrada de posibilidades indescriptibles y portentosas.

Pero todo lo que podría decir acerca de la unificación de mis fragmentos cognitivos no es nada en comparación con su realidad. Esa mañana fatal en Ships, experimenté algo infinitamente más poderoso que lo que experimenté el día que vi energía tal como fluye en el universo por primera vez, el día que me encontré en cama en mi despacho/apartamento después de haber es tado en el campo de UCLA, sin realmente ir a casa de la manera en que mi sistema cognitivo lo exigía para que el suceso entero fuera real. En Ships, integré todos los fragmentos de mi ser. Había actuado en cada uno con certeza y perfecta consistencia, y sin embargo no tenía idea alguna de cómo lo había hecho. Era yo en esencia, un gigantesco rompecabezas; y encajar cada pieza en su lugar, produjo un efecto que no tenía nombre.

-El chamán llora cuando está fragmentado  -me había dicho don Juan una vez-. Cuando está completo, lo sobrecoge un escalofrío que puede, por ser tan intenso, acabar con su vida.Estaba experimentando tal escalofrío.

Yo era guerrero-viajero. Para mí sólo eran válidos los hechos energéticos. Lo demás eran adornos sin importancia alguna.

Di un golpe sobre la mesa como si estuviera solo en la sala. La gente me observó y sonrió a sabiendas; no me importaba. Tenía la mente enfocada sobre un dilema insoluble. Estaba vivo a pesar de que había saltado a un abismo hacia mi muerte, hacía diez horas. Sabía que tal dilema nunca podría resolverse. Mi cognición normal requería una explicación lineal para satisfacerla y las ex plicaciones lineales no eran factibles. Ése era el quid de la interrupción de la continuidad. Don Juan había dicho que esa interrupción era brujería. Sabía esto ahora con toda la claridad que tenía a mi alcance.

Tuve la sensación física de entrar realmente en un pasaje, un pasaje con fuerza propia. Me tiró hacia dentro. Era un pasaje silencioso. Don Juan era el pasaje, quieto e inmenso. Ésta fue la primera vez que sentí que don Juan estaba vacío de fisicalidad. No cabía ni el sentimentalismo ni el anhelo. No podía extrañarlo porque estaba allí como una emoción despersonalizada que me atraía.

El pasaje me desafió. Tuve una sensación de ebullición, de ligereza. Sí, podía viajar por ese pasaje, solo o acompañado, quizás para siempre. Y el hacerlo no era ninguna imposición para mí, tampoco era placer. Era más como el principio del viaje definitivo, el destino ineludible del guerrero-viajero, era el principio de una nueva era. Debería haber estado llorando con la comprensión de haber encontrado ese pasaje, pero no. ¡Estaba enfrentándome al infinito en Ships! ¡Qué extraordinario! Sentí un escalofrío correr por mi espalda. Oí la voz de don Juan diciendo que el universo es en verdad insondable.

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5 respuestas a El Lado Activo del Infinito – Carlos Castaneda [Extracto]

  1. SamBell02 dijo:

    El intento

    Os recordamos que vuestro poder acaba donde comienza vuestro miedo. Si teméis algo, es como si pusieseis un cartel sobre vuestra cabeza que diga: «Bienvenido, te estoy esperando». La razón de ser del miedo es salvar vuestras vidas, catapultaros al «ahora» para actuar. Muchas veces sirve para apartaros de peligros y dirigiros hacia la mismísima esencia de vuestro Ser vital. Sin embargo, si hacéis del miedo vuestro estilo de vida y emitís la frecuencia de miedo a la vida, acabaréis con vuestro cuerpo y mataréis vuestra fuerza vital. Esto crea estrés, mala salud y envejecimiento. Vuestros pensamientos crean vuestra realidad. Forma parte de la iniciación de la conciencia pasar por la toxicidad y vuestro cuerpo físico necesita pasar por mas preparación y purificación que simplemente por lo que podríamos llamar intento y valor. Si moráis en el miedo lo dispersáis todo. Dispersáis vuestro propio poder. De modo que, para encontraros con algo que es muy poco familiar a vuestra mente lógica, tenéis que mantener la claridad del intento y una tremenda cantidad de valor, seguridad y desparpajo. Todo aquello que os aparta de conseguir algo es simplemente una idea.

    Tierra: las claves pleydianas de la biblioteca viviente – Barbara Marciniak [Extracto]

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  2. SamBell02 dijo:

    (…) No obstante, debéis comprender que a un nivel más profundo estáis explorando y practicando el arte del chamanismo —la habilidad de entender y estar en muchos mundos—. El chamán no vive en un solo mundo. Vosotros cambiáis cuando aprendéis a evocar la ayuda de otros mundos e intercambiáis energía de forma creativa mediante la armonía y la cooperación. Siempre debéis regresar a vuestro hogar —vuestro Yo en la Tierra— como una identidad fuerte y única que está descubriendo el despliegue de las relaciones existentes entre todo lo que hay.

    Tierra: las claves pleydianas de la biblioteca viviente – Barbara Marciniak [Extracto]

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  3. SamBell02 dijo:

    (…) Y cuando dominéis los procesos rudimentarios, vendrá una hora en la que vuestro movimiento no dejará huellas. Una época en la que lo que digáis será una ley en cuestión de un momento. Lo que sintáis será, cuando en un momento sea realidad.

    (…) Pero voy a hacer un trato con los que desean seguir adelante. Un día cuando estéis sentados afuera de los portales, estudiando a todo el mundo, por decirlo así, y ninguno de los transeúntes tenga algo que no podáis poseer emocionalmente, empezaréis a no dejar huellas, y yo os veré en la luz. Que así sea.

    Independencia financiera – Ramtha [Extracto]

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